Veo Veo: «Mapas» y encuentros

No tengo buena relación con los mapas, no los sé usar correctamente; soy tan torpe que muchas veces los agarro al revés y tomo el camino equivocad.

No me siento cómoda con las escalas, ni con tener que calcular las distancias.

Entiendo la utilidad de los mapas, pero me lleva tiempo tomar consciencia de las distancias reales, las vías y caminos.

Por todo esto, creo que por más mapas que tenga encima —porque aunque no me lleve bien con ellos, siempre los tengo encima— me pierdo en todas las ciudades y pueblitos que visito. Y es gracias a esas torpezas y despites míos que me encuentro con vivencias mágicas, edificios históricos cuya existencia desconocía y también, personas a las que pido orientación y me regalan un momento de su vida.

Me da vergüenza sacar el mapa cuando voy caminando; es el claro signo de que soy turista, y peor aún, de que estoy perdida. Si me pusiera en paranoica, pensaría que soy el blanco fácil para que me roben, pero a la vez, es en ese momento cuando la gente se acerca por sí sola a preguntarme si me pueden ayudar y hacen que no me sienta sola.

Recuerdo que cuando estuve en París quería preguntar donde estaba el Palais de la Cité (el que resultó estar en frente mío). Como no sé francés, mi rutina para preguntar algo a alguna persona local era la siguiente: saludar en francés, «Bonjour» (siempre, incluso si fuera de noche, total ya estaba jugada), preguntar en inglés y repetir en español, usar señas y sonreír para caer simpática y que no me sacaran corriendo. Resultó que aquella vez que pregunté sobre el Palais de la Cité, el que me ayudó era el mismísimo señor que había diseñado el mapa que yo tenía en la mano! Me contó toda la historia en francés y yo entendí lo que pude. Al señor no le importó si yo no podía meter bocado por no saber el idioma, tan solo quería que lo escuchara.

palais de la cite

En Amsterdam tuve otro episodio con un mapa. Esta vez se trataba de un mapa regalado bajo la lluvia en mi primera noche en esta ciudad.

Reservé el hostel el mismo día que viajaba a Amsterdam. En la web decía que me tenía que tomar cualquiera de las 3 líneas de tram (tranvía) que mencionaba, bajar en una de las paradas y caminar tan solo una cuadra y media para llegar.

Mi desorientación comenzó cuando tomé el tren en el aeropuerto para llegar a la estación central donde iba a tomar el tram. Compré el boleto de tren y me estaba por subir al primero que llegó a la plataforma en la que debía estar, cuando una oficial tocó fuerte su silbato y nos gritó a mí y a varios viajeros más para avisarnos que aquel no era nuestro tren y que si subíamos con el boleto equivocado tendríamos que pagar una multa de 25 euros. Esta mujer prácticamente nos salvó la vida.

Vino el tren correcto, me subí y bajé en la estación central. Salí a la entrada para tomar el tram. Ya era tarde en la noche y llovía. Era la primera vez en todo el viaje que veía llover. Según las indicaciones del hostel, debía tomar la línea 1, 2 o 5. Me senté a esperar cualquiera de los 3 y después de 30 minutos, se me ocurrió preguntar si estaba en el lugar correcto. Obviamente, no lo estaba. Estaba en la plataforma 1 y no esperando el tram 1, si no que allí paraban las líneas 22, 23..

Crucé a la plataforma correcta, tomé el tram que correspondía y bajé donde tenía anotado que debía hacerlo. «Bueno, una cuadra y media. Doblá a la izquierda, y después a la derecha, tan simple como eso.. doblá por acá, ahora por allá…y, ¿dónde estoy?»

Sí, me perdí…DE NUEVO. Caminé para un lado, para el otro, y las gotas caían aún más pesadas y frías sobre mi cabeza y mi mochila. Pregunté por el nombre de la calle donde quedaba el hostel,  Leidsekruisstraat, pero nadie la conocía. Como Amsterdam es una ciudad que recibe mucho turismo, pensé que nadie conocía la calle porque no vivían allí. Entré en un local para preguntarle a algún residente, y nada. A nadie le «sonaba» la calle. Me crucé con dos chicas bajo la lluvia y me regalaron su único mapa…el salvador.

Me tomó un tiempo darme cuenta cómo estaba organizada la ciudad…los canales en el medio, y las calles tienen nombres distintos de un lado y otro del canal. Buenísimo, eso lo hace aún más fácil!

amsterdam 2

Seguí caminando, perdida. Empecé a tener miedo y se ve que mi cara lo reflejaba porque un grupo de chicos me paró para ver si estaba bien. Intentaron ayudarme, pero no conocían la calle. Y así, después de una larga caminata e interrogar a los locales, encontré la calle! y el hostel!

Cada vez que recuerdo esta historia me vuelve la alegría de saber que cuando estoy de viaje, nunca estoy sola. Siempre, siempre, siempre que estoy a punto de llorar y salir corriendo a llamar a mi mamá, el universo me pone en el camino un encuentro mágico, una ayuda, una sonrisa, un empujoncito para llegar a donde tengo que estar.

Para mí los mapas representan eso mismo: son una ayuda, una guía para no sentirme tan perdida.. pero solo funcionan cuando me doy cuenta de eso y los uso a mi favor.

amsterdam

 

 

*¿Qué es Veo Veo? Es, ante todo, un juego, una excusa para conocer lugares de la mano de otros viajeros, contarnos historias, viajar aunque no tengamos la oportunidad de hacerlo, encontrarnos. Se realiza una vez al mes y las temáticas se eligen en el grupo Veo veo en Facebook, y por medio del hashtag #VeoVeo en Twitter y otras redes sociales. ¿Querés jugar? ¡Veo veo! ¿Qué ves?

14 comentarios en “Veo Veo: «Mapas» y encuentros

  1. Genial! veo que somos muchos los que no sabemos orientarnos, y eso que nos gusta viajar jajaja! que increible «en casa de viajero, orientacion de palo» no era asi no? Que bueno que siempre hay gente amable dispuesta a orientarte en los peores momentos!

  2. Oh si! Si conoceré sobre las decisiones que tiene el universo y que tan bien acierta al ponernos en frente a la persona indicada en el momento justo… y cuando pasa el momento de nervios, quedan risas complices con uno mismo por lo que acaba de pasar. Igual, que lindo momento… no entender una palabra y estar perdido… no me ha pasado, todavía 😉

  3. Yo tampoco soy especialmente buena con los planos de ciudades, les doy la vuelta, me los miro de todos lados, intento ubicarme y muchas veces acabo perdiéndome. Mi debilidad son los mapas mundi, aquellos que no utilizo para siutarme sino para soñar con nuevos viajes…

    Por cierto, yo que vivo en Holanda (y he vivido en Ámsterdam) tampoco sé donde está la calle de tu hostal… aix, que a veces nos lo ponen difícil. :))

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